“En realidad, nunca
entendimos por qué razón el capo del cártel de Cali trajo al español si en
aquella época los Rodríguez y mi padre eran amigos y no tenían rivalidades; el
mercado de la cocaína en Estados Unidos era enorme y cada uno tenía una zona
propia para traficar".
“Chucho había aprendido diversas técnicas para detonar vehículos
cargados con dinamita y cómo dirigir la onda explosiva hacia un lugar
determinado. Al principio, según comentaron los muchachos, fueron tantas las
veces que la pista de aterrizaje de Nápoles fue usada para los ensayos -con
coches robados, claro- que debieron hacerse con mucho cuidado por el riesgo de
las detonaciones".
El texto de Juan Pablo Escobar no entra en detalles sobre la
identidad del hombre pero las informaciones disponibles indican que era
Miguelito.
Ése era el apodo con el que los hombres del capo colombiano
se referían al etarra que viajó en 1986 desde España para asesorarlos en la
explosión de coches bomba activados a control remoto.
John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, jefe de
sicarios del cartel de Medellín, reconoció que ese no era el nombre real del
español, al que describió como "un hombre bien presentado, no usaba
desodorante, – por lo cual llamaba la atención – blanco, de 1,72 de estatura,
42 años, gordito, inteligente, muy bien hablado, jovial".
colombianas a finales de los años 80 y principios de los 90. Con un vehículo cargado con 1.000 kilos de dinamita amoniacal ocasionó la muerte de 63 personas en el edificio del Departamento Administrativo de Seguridad, el antiguo servicio de inteligencia estatal colombiano, el 6 de diciembre de 1989.
Dos meses antes, el 2 de septiembre, sus hombres destruyeron
la sede del diario de circulación nacional El Espectador.
La travesía de Miguelito en Colombia no terminaría bien: fue
descuartizado por el personal de Escobar al descubrirse que también estaba
instruyendo en técnicas de terrorismo a miembros pertenecientes al cártel de
Cali, según relata Popeye.
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