sábado, 13 de junio de 2015

Miguelito, quien enseñó a preparar coches bombas a los hombres de Escobar. Luego fue descuartizado.


 "El uso de coches bomba en ataques terroristas también tuvo su epicentro en Nápoles. Ocurrió cuando mi padre acudió a los servicios de Chucho, un experto en explosivos que se especializó en Cali con un integrante de un grupo terrorista español, al que Gilberto Rodríguez Orejuela conoció cuando estuvo detenido en Madrid.” Cuenta Juan Pablo Escobar, hijo del capo.


“En realidad, nunca entendimos por qué razón el capo del cártel de Cali trajo al español si en aquella época los Rodríguez y mi padre eran amigos y no tenían rivalidades; el mercado de la cocaína en Estados Unidos era enorme y cada uno tenía una zona propia para traficar".

“Chucho había aprendido diversas técnicas para detonar vehículos cargados con dinamita y cómo dirigir la onda explosiva hacia un lugar determinado. Al principio, según comentaron los muchachos, fueron tantas las veces que la pista de aterrizaje de Nápoles fue usada para los ensayos -con coches robados, claro- que debieron hacerse con mucho cuidado por el riesgo de las detonaciones".

El texto de Juan Pablo Escobar no entra en detalles sobre la identidad del hombre pero las informaciones disponibles indican que era Miguelito.

Ése era el apodo con el que los hombres del capo colombiano se referían al etarra que viajó en 1986 desde España para asesorarlos en la explosión de coches bomba activados a control remoto.

John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, jefe de sicarios del cartel de Medellín, reconoció que ese no era el nombre real del español, al que describió como "un hombre bien presentado, no usaba desodorante, – por lo cual llamaba la atención – blanco, de 1,72 de estatura, 42 años, gordito, inteligente, muy bien hablado, jovial".

Con la técnica aprendida de Miguelito, Escobar sembró el terror en las principales ciudades
colombianas a finales de los años 80 y principios de los 90. Con un vehículo cargado con 1.000 kilos de dinamita amoniacal ocasionó la muerte de 63 personas en el edificio del Departamento Administrativo de Seguridad, el antiguo servicio de inteligencia estatal colombiano, el 6 de diciembre de 1989.

Dos meses antes, el 2 de septiembre, sus hombres destruyeron la sede del diario de circulación nacional El Espectador.


La travesía de Miguelito en Colombia no terminaría bien: fue descuartizado por el personal de Escobar al descubrirse que también estaba instruyendo en técnicas de terrorismo a miembros pertenecientes al cártel de Cali, según relata Popeye.

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