Manuela tenía nueve años cuando mataron a su papá. El capo
construyó la mítica Hacienda Nápoles por concederle uno de sus deseos. Hoy vive
asilada en Argentina y está próxima a cumplir 30 años.
José Alejandro Castaño, escritor y periodista busco todo
sobre la vida de la niña, hoy mujer, casi como una obsesión, para llegar a
escribir una novela que revela otra parte de Pablo Escobar.
Habían pasado 14 años desde la muerte del capo cuando su
esposa, María Victoria Henao, y sus hijos, Juan Pablo y Manuela, se vieron
forzados a dejar Colombia y buscar asilo en alguna parte del mundo. Argentina
les abrió las puertas y allí María Victoria encontró un nuevo amor, rehízo su
vida y sus hijos crecieron con nuevos nombres y apellidos. Pablo Escobar pasó
de ser una pesadilla a convertirse incluso en una oportunidad de negocio para
su hijo conocido ahora como Sebastián Marroquín.
Recientemente solo María Victoria Henao y Juan Pablo Escobar
han concedido entrevistas, pero la figura actual de Manuela es un misterio,
nunca se ha dejado ver.
Castaño se fascinó por reconstruir la vida de una niña
triste convertida en una mujer de 23 años que aún no le encontraba sentido a su
vida. Comenzó entonces un recorrido de cinco años en los cuales entrevistó a
decenas de personas que la conocieron cuando era la hija mimada de Pablo, quien
la trataba de complacer a cualquier precio.
Castaño se encontró con una familia que pasó de vivir en
palacios y mansiones a habitar un discreto apartamento y tener, como máximo
lujo, una casa de campo a las afueras de Buenos Aires. Los hijos de Escobar
dejaron de llamarse Juan Pablo y Manuela para convertirse en Sebastián y Juana
Manuela Marroquín Santos, hijos no de María Victoria Henao sino de Isabel
Santos. En 1999, cuando se descubrió que eran los legítimos herederos del capo, la justicia argentina
apresó a Victoria y a Juan Pablo durante 15 meses, curiosamente más tiempo que
los días que pasó en la cárcel Pablo Escobar.
Las autoridades trataron de evidenciar actos ilegales
durante su estadía en Argentina relacionados con lavado de activos,
suplantación de identidades y hasta narcotráfico, pero nunca les pudieron
comprobar delito alguno.
La reconstrucción de la vida de Manuela significó un
esfuerzo especial. En Panamá, Castaño
halló a quien había sido la nana de la niña, una mujer que recordó cómo la
vestían, sus alimentos predilectos, los juegos, el miedo y hasta los programas
de televisión que la entretenían.
Y también el escritor se encontró con varias historias
interesantes, que demuestran que Manuela, era la verdadera y “única” niña
mimada:
# La promesa de la “última
descendiente”:
Otra persona con quien Castaño habló fue una mujer que quedó en embarazo de Escobar y a quien el
narco obligó a abortar, al parecer, en una de las famosas discotecas de la
ciudad. La razón: Escobar le había jurado a Manuela que ella sería la última
descendiente, “el final del cuento”. Pero lo más impactante son las anécdotas
que contaron los lugartenientes del capo que protegían la familia, quienes la
conocieron en la intimidad.
# Cuando apareció un unicornio
Recordaron muchos episodios, como el del unicornio que en
una navidad pidió la niña y cómo ellos mismos tuvieron que aparecerse, por
solicitud del patrón, con un caballo blanco al que le pegaron con grapas un
cuerno bajo su crin y adhirieron largas alas de papel a su torso. El animal
murió como consecuencia de una infección. Si Manuela quería una jirafa, había
que mandarle traer el animal de la lejana África. Si la princesa quería ver en
persona a los personajes del programa de moda, sus deseos se cumplían. Archivos
fotográficos así lo demuestran.
# El capo de los capos enamorado
de su niña
El Pablo Escobar que recordaron quienes los rodearon era un
hombre afectuoso, juguetón y creativo
con la niña. Un hacedor de fantasías creadas para sorprender los días de su
hija. Cuando la llevaba a los escondites del cartel, empujaba puertas ocultas
diciendo “ábrete sésamo” y entonces, como por arte de magia, bóvedas llenas de
dinero se abrían. “¿cuánto son mil millones de dólares, papá? / Lo que valen
tus ojos princesa”, le respondía.
# “Ya vienen los gatos…”
Mercenarios estuvieron presentes cuando ‘Don Pablo’, en
plena persecución del Bloque de Búsqueda, con gran tranquilidad inventaba
juegos para la niña. Le pedía a la mamá el delineador de ojos, le pintaba bigotes
y le decía: “ya vienen los gatos, hay que esconderse”.
# Piero, canta para Manuela
Castaño logró
entrevistar al cantante argentino Piero, de quien se decía que había conocido
al capo. El artista le confirmó que estaba en Residencias Tequendama en Bogotá
cuando se enteró de la muerte de Escobar, donde, confidencialmente, se hallaba hospedada la familia.
Piero decidió visitarlos en la suite y, conmovido, le cantó
a Manuela su famosa canción infantil Sinfonía inconclusa en la mar. Tocado por
la tristeza que intuyó en la menor, la invitó a cantar en un coro de niños que
estaba formando para el show que haría ese diciembre en Bogotá. Sus intenciones
quedaron frustradas porque los padres de los demás niños que conformarían el
coro pusieron el grito en el cielo al enterarse de la posibilidad de que la hija de Pablo
Escobar pudiera cantar con sus hijos.
Estas y otras historias aparecen transformadas con toques de
ficción en la novela de José Alejandro Castaño que tituló Cierra los ojos
princesa. Como es de suponerse, la obra no gustó en la familia Escobar Henao.
Algunos emisarios han hecho llegar sus mensajes de inconformidad, pero el autor
se defiende explicando que la idea inicial surgió de los 20 días que compartió
con los Escobar en Buenos Aires, pero que de allí en adelante, decenas de
personas aportaron para reconstruir la tragedia humana detrás de la hija del
“Capo de Capos”, cuyos deseos eran órdenes para quien fuera el hombre más
buscado del mundo.
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