viernes, 5 de junio de 2015

La hija del gran capo narco, una ex-princesa mimada que hoy vive aislada en Argentina


Manuela tenía nueve años cuando mataron a su papá. El capo construyó la mítica Hacienda Nápoles por concederle uno de sus deseos. Hoy vive asilada en Argentina y está próxima a cumplir 30 años.
José Alejandro Castaño, escritor y periodista busco todo sobre la vida de la niña, hoy mujer, casi como una obsesión, para llegar a escribir una novela que revela otra parte de Pablo Escobar.



Habían pasado 14 años desde la muerte del capo cuando su esposa, María Victoria Henao, y sus hijos, Juan Pablo y Manuela, se vieron forzados a dejar Colombia y buscar asilo en alguna parte del mundo. Argentina les abrió las puertas y allí María Victoria encontró un nuevo amor, rehízo su vida y sus hijos crecieron con nuevos nombres y apellidos. Pablo Escobar pasó de ser una pesadilla a convertirse incluso en una oportunidad de negocio para su hijo conocido ahora como Sebastián Marroquín.

Recientemente solo María Victoria Henao y Juan Pablo Escobar han concedido entrevistas, pero la figura actual de Manuela es un misterio, nunca se ha dejado ver.

Castaño se fascinó por reconstruir la vida de una niña triste convertida en una mujer de 23 años que aún no le encontraba sentido a su vida. Comenzó entonces un recorrido de cinco años en los cuales entrevistó a decenas de personas que la conocieron cuando era la hija mimada de Pablo, quien la trataba de complacer a cualquier precio.

Castaño se encontró con una familia que pasó de vivir en palacios y mansiones a habitar un discreto apartamento y tener, como máximo lujo, una casa de campo a las afueras de Buenos Aires. Los hijos de Escobar dejaron de llamarse Juan Pablo y Manuela para convertirse en Sebastián y Juana Manuela Marroquín Santos, hijos no de María Victoria Henao sino de Isabel Santos. En 1999, cuando se descubrió que eran los legítimos  herederos del capo, la justicia argentina apresó a Victoria y a Juan Pablo durante 15 meses, curiosamente más tiempo que los días que pasó en la cárcel Pablo Escobar.
Las autoridades trataron de evidenciar actos ilegales durante su estadía en Argentina relacionados con lavado de activos, suplantación de identidades y hasta narcotráfico, pero nunca les pudieron comprobar delito alguno.

La reconstrucción de la vida de Manuela significó un esfuerzo especial.  En Panamá, Castaño halló a quien había sido la nana de la niña, una mujer que recordó cómo la vestían, sus alimentos predilectos, los juegos, el miedo y hasta los programas de televisión que la entretenían.
Y también el escritor se encontró con varias historias interesantes, que demuestran que Manuela, era la verdadera y “única” niña mimada:

# La promesa de la “última descendiente”:

Otra persona con quien Castaño habló fue una mujer  que quedó en embarazo de Escobar y a quien el narco obligó a abortar, al parecer, en una de las famosas discotecas de la ciudad. La razón: Escobar le había jurado a Manuela que ella sería la última descendiente, “el final del cuento”. Pero lo más impactante son las anécdotas que contaron los lugartenientes del capo que protegían la familia, quienes la conocieron en la intimidad.

# Cuando apareció un unicornio

Recordaron muchos episodios, como el del unicornio que en una navidad pidió la niña y cómo ellos mismos tuvieron que aparecerse, por solicitud del patrón, con un caballo blanco al que le pegaron con grapas un cuerno bajo su crin y adhirieron largas alas de papel a su torso. El animal murió como consecuencia de una infección. Si Manuela quería una jirafa, había que mandarle traer el animal de la lejana África. Si la princesa quería ver en persona a los personajes del programa de moda, sus deseos se cumplían. Archivos fotográficos así lo demuestran.



# El capo de los capos enamorado de su niña

El Pablo Escobar que recordaron quienes los rodearon era un hombre afectuoso,  juguetón y creativo con la niña. Un hacedor de fantasías creadas para sorprender los días de su hija. Cuando la llevaba a los escondites del cartel, empujaba puertas ocultas diciendo “ábrete sésamo” y entonces, como por arte de magia, bóvedas llenas de dinero se abrían. “¿cuánto son mil millones de dólares, papá? / Lo que valen tus ojos princesa”, le respondía.

# “Ya vienen los gatos…”

Mercenarios estuvieron presentes cuando ‘Don Pablo’, en plena persecución del Bloque de Búsqueda, con gran tranquilidad inventaba juegos para la niña. Le pedía a la mamá el delineador de ojos, le pintaba bigotes y le decía: “ya vienen los gatos, hay que esconderse”.

# Piero, canta para Manuela

Castaño  logró entrevistar al cantante argentino Piero, de quien se decía que había conocido al capo. El artista le confirmó que estaba en Residencias Tequendama en Bogotá cuando se enteró de la muerte de Escobar, donde,  confidencialmente, se hallaba  hospedada la familia.

Piero decidió visitarlos en la suite y, conmovido, le cantó a Manuela su famosa canción infantil Sinfonía inconclusa en la mar. Tocado por la tristeza que intuyó en la menor, la invitó a cantar en un coro de niños que estaba formando para el show que haría ese diciembre en Bogotá. Sus intenciones quedaron frustradas porque los padres de los demás niños que conformarían el coro pusieron el grito en el cielo al enterarse de  la posibilidad de que la hija de Pablo Escobar pudiera cantar con sus hijos.




Estas y otras historias aparecen transformadas con toques de ficción en la novela de José Alejandro Castaño que tituló Cierra los ojos princesa. Como es de suponerse, la obra no gustó en la familia Escobar Henao. Algunos emisarios han hecho llegar sus mensajes de inconformidad, pero el autor se defiende explicando que la idea inicial surgió de los 20 días que compartió con los Escobar en Buenos Aires, pero que de allí en adelante, decenas de personas aportaron para reconstruir la tragedia humana detrás de la hija del “Capo de Capos”, cuyos deseos eran órdenes para quien fuera el hombre más buscado del mundo.

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