Popeye, jefe de sicarios del capo narco Pablo Escobar, salió
de la cárcel y soltó una bomba inesperada. Dice que el hijo del patrón, quien
hablo todo este tiempo de su padre e incluso pidió perdón por los sangrientos
hechos, en realidad habría participado de matanzas, recibido dinero y
disfrutado del mundo narco.
Mira lo que dice el ex-jefe de sicarios de Escobar:
Se decía que el cantante argentino Piero había conocido al
capo. El artista le confirmó que estaba en Residencias Tequendama en Bogotá
cuando se enteró de la muerte de Escobar, donde, confidencialmente, se hallaba hospedada la familia.
Piero decidió visitarlos en la suite y, conmovido, le cantó
a Manuela su famosa canción infantil Sinfonía inconclusa en la mar. Tocado por
la tristeza que intuyó en la menor, la invitó a cantar en un coro de niños que
estaba formando para el show que haría ese diciembre en Bogotá.
Sus intenciones quedaron frustradas porque los padres de los
demás niños que conformarían el coro pusieron el grito en el cielo al enterarse
de la posibilidad de que la hija de
Pablo Escobar pudiera cantar con sus hijos.
Mira el relato del episodio que vivió Piero con la hija de
Escobar:
Pablo Escobar, no solo fue un capo del narcotráfico que
trajo mucho terror a Colombia, también para muchas personas fue un hombre que
pensaba en el pueblo y de hecho muchos de ellos lo veneran.
Escobar, se llevó mucho secretos a su tumba, pero muchos
otros fueron apareciendo con el paso de los años. En el siguiente video te
mostramos los archivos de Pablo Escobar.
Los informes de hombres armados en Medellín, Colombia, en
búsqueda de una caleta que pertenecía a Pablo Escobar, han desatado
especulaciones sobre la búsqueda de un tesoro que podría estar vinculada a la
pronta liberación de “Popeye”, el exjefe de sicarios de Escobar.
Dos hombres armados y vestidos con el uniforme de una
empresa local de servicios públicos, llamaron a la puerta de la residencia
contigua a la última casa en la que Escobar vivió -donde el famoso capo de la
droga fue descubierto y abatido a tiros mientras trataba de escapar en
diciembre de 1993.
Según el testimonio de la mujer que abrió la puerta, los
hombres le dijeron “No haga nada, no diga nada, no grite. Venimos por algo que el 'Patrón'
dejo aquí”, informó Semana.
Desde 1992, Popeye cumplió una condena de cárcel bajo
acusaciones de terrorismo, narcotráfico; concierto para delinquir con fines
terroristas y homicidio.3 Durante 2000 y 2001, Popeye estuvo involucrado en los
enfrentamientos armados en la cárcel La Modelo. En 2008 el lugarteniente de
Pablo Escobar, fue condenado a doce años por otros procesos judiciales en su
contra.
El 22 de agosto de
2014 se dio a conocer la noticia según la cual habría recibido libertad
condicional por haber cumplido tres quintas partes de su condena, pero que
viéndose involucrado en otros procesos, la libertad condicional no sería en la
práctica obtenida, 4 sin embargo fue liberado el 26 de agosto de 2014.
Así fue liberado el jefe de sicarios de Pablo Escobar:
Su infancia transcurrió en los barrios marginales de
Medellín. Había sido ladrón a los 12, pandillero a los 14 y a los 15 se inició
como sicario.
Pinina tenía un destacado conocimiento de las gentes de la
comuna lo que le permitía reclutar allí miembros para el sicariato. Por eso, el
primer magnicidio del cartel, el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla,
le fue encomendado, siendo él quien contrató y pagó a Byron de Jesús Velásquez,
Iván Darío Guizao Alvarez y a los demás integrantes de la banda que cometió el
asesinato en 1984.
Mira que dice el ex-sicario “Popeye” sobre su antiguo
compañero del cartel:
John Jairo Arias Tascon alias Pinina fue un miembro del
Cartel de Medellín. Ex integrante de la banda de Los Priscos, obtuvo poder en
el ala terrorista del Cartel, por lo que es señalado por las autoridades
colombianas como responsable de cientos de asesinatos.
Llego a ser considerado como el quinto en importancia dentro
de la estructura del Cartel. Participó en el atentado al edificio del DAS en
diciembre de 1989. Fue enjuiciado por el asesinato del magistrado de la Corte
Suprema de Justicia, Hernando Baquero Borda.
Su voz chillona le valió los apodos de "Pinina" y
"Andrea" pues sus conocidos la encontraban parecida a la de la niña
actriz argentina Andrea del Boca.
A la edad de 14 años huyó del lado de su madre por ser
agredida físicamente por ella. Durante su carrera criminal, a Blanco se le
conoció bajo e apodo de "la Viuda Negra", en alusión a la hembra del
arácnido del mismo nombre, que después de copular, mata y engulle al macho, en
referencia al asesinato de quienes fueron sus "maridos".
Mira este documenta completo de “Mujeres Asesinas”:
La historia de Popeye, ha recibido atención por parte de la
opinión pública, ya que, a través de declaraciones ante la justicia ordinaria,
medios de comunicación masivos y publicación de memorias en medio impreso, se
han dado a conocer detalles de la dinámica de las operaciones del cartel de
Medellín, la interacción de éste con otras estructuras criminales y
gubernamentales en el ámbito nacional e internacional.
Mira sus confesiones y relatos sobre el mundo narco:
Jhon Jairo Velásquez Vásquez también conocido con el alias
de Popeye, formó parte de la estructura criminal del Cartel de Medellín hasta
su entrega en 1992 a la justicia Colombiana.
Al interior de dicha estructura era un lugarteniente o mando
medio de sicarios, quien era uno de los miembros del círculo de confianza de
Pablo Escobar, jefe de la organización criminal autodenominada Los
Extraditables.
La exsenadora Dilian Francisca Toro es investigada por
supuesto lavado de activos, proceso que se le abrió tras descubrirse que ella,
su esposo y su cuñado adquirieron a través de la sociedad Ceiba Verde, varios
predios rurales que en el pasado le pertenecieron a narcotraficantes.
Entre esas propiedades figura la emblemática hacienda San
Miguel, de la que esta revista reveló que en el pasado le perteneció a varios
narcotraficantes, entre ellos presuntos testaferros de Patiño Fómeque.
Cuando ya casi nadie en Colombia hablaba de Víctor Patiño
Fómeque, el confeso narcotraficante exmiembro del cartel del norte del Valle
extraditado a Estados Unidos apareció con una carta firmada de su puño y letra,
autenticada y dirigida al fiscal general, Eduardo Montealegre.
Mira lo que dice “El químico”:
La misiva de dos hojas, fechada y apostillada el 31 de julio
del 2014 en una notaría del estado de Florida, EE.UU., tiene como único
propósito manifestarle a Montealegre y bajo la gravedad de juramento, que él
(Patiño Fómeque) no fue propietario de la hacienda San Miguel y que no conoció
ni tuvo negocios ni con la exsenadora Dilian Francisca Toro y su esposo, Julio
César Caicedo Zamorano.
De igual manera, el confeso narcotraficante advierte que esa
declaración la hace “debido a que he recibido por medio de varias personas, numerosos
mensajes de medios de comunicación interesados aún en este tema; además de
citaciones y búsqueda de entidades judiciales de mi país, para el mismo tema”.
También reconoce que el asunto con la hacienda en mención
pone en peligro su situación, por sugerir que “mantuve o mantengo bienes
ocultos o a nombre de familiares o terceros en Colombia.”
La información que tenía el DAS era que el narcotraficante
Víctor Patiño Fómeque llegaría en un vuelo que venía recogiendo ciudadanos
colombianos en Washington, Miami y Nueva York.
De cerca de 102 colombianos que llegarían al país, sólo
arribaron en la nave 25 y ninguno de ellos correspondía a alias "El
Químico".
Fuentes del DAS señalaron que indagan con la DEA y la
embajada Americana las razones por las que Patiño no fue deportado.
Alias "El Químico" había sido extraditado a
Estados Unidos en diciembre de 2002 y luego de cumplir una condena en ese país,
en la que medio un acuerdo con la fiscalía norteamericana, quedó en libertad y
se ordenó su deportación a Colombia.
Víctor Patiño Fómeque es uno de los narcotraficantes que han
hecho historia en el país de Colombia no sólo por sus andanzas ilegales, sino
porque su familia fue víctima de uno de los ajustes de cuentas más sanguinarios
dentro del mundo de la mafia. Como retaliación por sus delaciones en EE. UU,
otros capos ajusticiaron a decenas de sus familiares, amigos y testaferros.
Es hermano medio del miembro del Cartel del Norte del Valle
Luis Alfonso Ocampo Tocayo, el cual fue torturado y asesinado por Juan Carlos
Ramírez Abadía Chupeta, al descubrir que Tocayo estaba colaborando con las
agencias estadounidenses.
Patiño Fómeque fue agente de la policía hasta el año 1988,
ingresó al mundo de la mafia y escaló posiciones en el Cartel de Cali hasta llegar
a ser responsable de manejar la seguridad y lograr el éxito de las operaciones
marítimas de tráfico de drogas de dicho Cartel, también se asoció con miembros
del Cartel del Norte del Valle.
Se entregó a las autoridades colombianas el 24 de junio de
1995 y purgó 6 años de cárcel en el país. A finales de 2002 fue extraditado a
Estados Unidos acusado de seguir traficando drogas desde la cárcel. En dicho
país decidió colaborar con las autoridades convirtiéndose en testigo clave para
la DEA con información para desmantelar carteles de la droga en Colombia. La
colaboración de Patiño Fómeque con la justicia ocasionó el asesinato de por lo
menos 35 miembros de su familia, incluido su medio hermano Luis Alfonso Ocampo
Fómeque, también narcotraficante, por orden de Juan Carlos Ramírez Abadía alias
'Chupeta'.
Pero también hizo historia por ser el narcotraficante
confeso que menos años estuvo en una prisión gringa, al saldar sus cuentas con
las autoridades de ese país, purgando sólo ocho años de cárcel. Está libre
desde el 2010 y aparentemente sigue en EE. UU.
Dos razones tuvieron los familiares de Escobar para
desenterrar su cuerpo. La primera: despejar las dudas que tenían algunos de
ellos acerca de si los restos que estaban en el ataúd sí correspondían a los de
Pablo Escobar.
Precisamente, Hermilda se habría opuesto a que lo
desenterraran, porque para ella no había duda de que su hijo estaba muerto y
que allí estaba el cuerpo.
La segunda razón que tuvieron para abrir la tumba fue con el
propósito de recoger muestras de ADN que permitan establecer si tuvo un hijo
extramatrimonial, como lo afirma un joven que se presentó ante la familia.
Hay una versión que jabón suplanto su muerte exitosamente y
que hubo un gran complot en altas esferas policiales, tanto de Venezuela como
de Colombia, para tratar de convencer a todo el mundo que Jabón está muerto.
Aseguran que por oficinas de altos directivos de la anterior
directiva del CICPC corrió un verdadero río de dólares para que certificara que
era el cadáver del narcotraficante el aparecido en Mérida, cuya característica
no se asemejan en nada a las del verdadero y vivo Wilber Alirio Valera, sin
embargo la información no es oficial.
Teniendo en cuenta también la negativa del estado venezolano
para la entrega del cuerpo de alias jabón y haber sido enterrado en una fosa
común de la que se conocen muy pocos datos luego de que la familia del capo
vanamente tratando de repatriar el cadáver.
Mira el video de cuando confirmaban su muerte oficialmente:
Wilber Arilio Varela Fajardo terminó muerto a mano de sus
lugartenientes Luis Enrique Calle Serna alias Comba o Combatiente y Diego Pérez
Henao alias Diego Rastrojo en una cabaña en Venezuela, donde el capo se había
exiliado tras la persecución de las autoridades.
La noticia de su muerte fue recibida con cautela, pues
apenas el año anterior, el capo había intentado simularla, también en
Venezuela. En medio de esa fallida simulación, un ciudadano de ese país que
tenía gran parecido con el narco fue asesinado y sus huellas fueron alteradas.
El 30 de enero de 2008 fue encontrado muerto en una cabaña
en el estado Mérida, Venezuela; junto a su escolta Weimar Pérez 'El Grasoso'.
Las comunicaciones interceptadas a miembros de la
organización de Wílber Varela y los datos de informantes permitieron a las
autoridades reconstruir sus últimos días en Venezuela. A Mérida llegó el lunes
pasado, procedente de Caracas.
Iba a cumplir una cita con una mujer, con la que se encontró
en un establecimiento de Mérida, su plan era visitar con ella el teleférico de
la ciudad.
Varela, quien se desplazaba en un carro blindado, llegó
acompañado de Weimar Pérez Aranguro, conocido con el alias de El Grasoso, quien
era el encargado de manejar las comunicaciones del capo. Se hospedaron en otras
cabañas, ubicadas a aproximadamente quince minutos de la Loma de Los Ángeles,
sitio donde fueron encontrados muertos.
En medio de sus días de descanso, el capo coordinó una cita
con dos hombres, quienes al parecer eran miembros de su organización. La
reunión fue realizada en la cabaña No. 6 del complejo turístico.
Informaciones de inteligencia del Estado de Mérida revelaron
un sujeto de acento colombiano, acompañado de otro, reservó por un día dos
cabañas.
Otras dos personas llegaron tiempo después, pero a las 9:00
p.m., uno de los individuos salió del centro turístico en un vehículo Fiat
Regata, de color azul oscuro y no volvió durante el resto de la noche.
En la mañana del miércoles los empleados encontraron el
cadáver de Varela, quien tenía una cédula venezolana a nombre de José Antonio
Pérez Chacón. El otro hombre fue identificado como Weimar Pérez Aranguro,
natural de Tuluá, Valle, y ex agente de la Policía.
La reunión:
A la cita, Varela y 'El Grasoso' llegaron sin armas, era una
reunión con personas de su confianza. Tampoco llevaron ninguno de los 20
celulares con los que, según fuentes de inteligencia, se desplazaban.
Los organismos judiciales revelaron que han tenido
información de que 'Jabón' discutió con sus acompañantes. “Nos aseguraron que el motivo
fue el dominio del narcotráfico en los Santanderes”, reveló una fuente
de inteligencia colombiana.
En medio de la discusión se habría presentado el crimen de
Varela y de su lugarteniente, quien permanecía desde hace años en Venezuela
junto al capo.
Una semana después de realizada la segunda vuelta electoral
de 1994 para el periodo comprendido de 1994 a 1998, que definía al futuro
Presidente de Colombia entre los candidatos Ernesto Samper Pizano y Andrés
Pastrana Arango, el entonces presidente César Gaviria Trujillo recibió de
Andrés Pastrana Arango unos casetes cuando realizaba una gira por la ciudad de
Santiago de Cali. El presidente Cesar Gaviria remitió los casetes al entonces
Fiscal General de la Nación Gustavo de Greiff quien se abstuvo de abrir investigación.
El sucesor del Fiscal General, Alfonso Valdivieso, los dio a
conocer a la opinión pública el 20 de junio de 1995 se divulgaron los casetes
de audio en los que el periodista Alberto Giraldo hablaba con los hermanos
Miguel Rodríguez Orejuela y Gilberto Rodríguez Orejuela (jefes del Cartel de
Cali) sobre dineros para apoyar la campaña de Ernesto Samper.
Mira el video y
escucha las grabaciones (Parte 2):
Una semana después de realizada la segunda vuelta electoral
de 1994 para el periodo comprendido de 1994 a 1998, que definía al futuro
Presidente de Colombia entre los candidatos Ernesto Samper Pizano y Andrés
Pastrana Arango, el entonces presidente César Gaviria Trujillo recibió de
Andrés Pastrana Arango unos casetes cuando realizaba una gira por la ciudad de
Santiago de Cali. El presidente Cesar Gaviria remitió los casetes al entonces
Fiscal General de la Nación Gustavo de Greiff quien se abstuvo de abrir investigación.
El sucesor del Fiscal General, Alfonso Valdivieso, los dio a
conocer a la opinión pública el 20 de junio de 1995 se divulgaron los casetes
de audio en los que el periodista Alberto Giraldo hablaba con los hermanos
Miguel Rodríguez Orejuela y Gilberto Rodríguez Orejuela (jefes del Cartel de
Cali) sobre dineros para apoyar la campaña de Ernesto Samper.
Mira el video y
escucha las grabaciones (Parte 1):
En 1988, Yolanda Ruiz estaba en medio de su programa de radio
en la radio Todelar cuando recibió una llamada de un abogado, donde le decían: "Le
tengo al propio. Esté pendiente en el hotel; yo la llamo". Y en
efecto, la llamaron para acordar el encuentro telefónico.
"Yo trabajaba en Todelar en esa época, y la entrevista se promocionó
temprano, se dijo que se tenía la primicia. Pero entre el anuncio de la
entrevista y la publicación de la misma hubo una llamada, que yo no tuve claro
muy bien de quién era, y se tomó la decisión -la tomaron los dueños de la
empresa- de no publicarla. Fue un caso de censura", dijo Ruiz
a BBC Mundo.
"Yo la dejé guardada. La tenía allí, en mis archivos personales, y
ahora cuando empezamos a hablar de hacer las notas de contexto por los 20 años
de la muerte de Pablo Escobar, la volví a escuchar y me pareció que era
pertinente, porque había muchos temas que seguían siendo plenamente vigentes y
en un momento histórico en que estamos mirando nuevamente en Colombia el
fenómeno del narcotráfico y el fenómeno de Escobar", explicó la
periodista.
En una ceremonia de ascensos militares en la Escuela de
Cadetes, el general Miguel Maza, director del DAS, y el general Octavio Vargas,
comandante de los cuerpos de élite de la Policía, vieron interrumpida una
cordial conversación al lado de la piscina por una llamada urgente de Medellín.
Se trataba de un informante del DAS en la capital antioqueña,
quien tenía un amigo en Cartagena que sabía dónde estaba Rodríguez Gacha y
quería obtener la recompensa de 250 millones de pesos ofrecida por el Gobierno.
Minutos después los dos generales se trasladaron en
helicóptero a la dirección de la Policía, en donde se tomó la decisión de
enviar un hombre de confianza de Maza a Cartagena a entrevistarse con el
informante. La cita se cumplió en el restaurante Nautilus, de la Ciudad
Heroica, en la noche del miércoles.
Allí el informante reveló que Rodríguez Gacha, su hijo Freddy
Gonzalo y algunos de sus guardaespaldas se encontraban en Cartagena. Una vez
transmitida la información se decidió trasladar a 30 hombres del cuerpo de
élite al comando aéreo de Barranquilla y acuartelarlos aquí. Al mismo tiempo se
dio la orden de que dos helicópteros de la Policía se mantuvieran listos para
despegar del aeropuerto de Santa Marta.
Al otro día el general Miguel Gómez Padilla, comandante de la
Policía, conoció la información y empezó a trabajar en la operación con sus
colegas Maza y Vargas. Rápidamente se montó un operativo de seguimiento en
Cartagena que, sin embargo, no resultó del todo discreto.
Rodríguez Gacha se dio cuenta de que le pisaban los talones y
en la noche del jueves abordó una lancha rápida con su hijo y cinco de sus
guardaespaldas, con destino a la finca El Tesoro, ubicada entre Coveñas y Tolú.
En ese momento las autoridades le perdieron la pista. No obstante gracias al
informante, comenzó a hacerse un rastreo aéreo de la zona para ubicar la lancha
que tenía características claramente identificables. Esta fue detectada en
horas de la madrugada, pero ocupada sólo por su conductor.
El helicóptero se le acercó y obtuvo que la lancha se
detuviera. El piloto confesó que había dejado a Rodríguez Gacha en la finca El
Tesoro y se dirigía a una isla cercana a recoger a un grupo de paramilitares
para reforzar la seguridad del narcotraficante.
Con esa información se procedió al diseño de un operativo
envolvente sobre la finca. El cuerpo de élite tenía la misión de llegar por
aire en dos helicópteros artillados, mientras que la Infantería de Marina
cubría un eventual escape por agua.
A la media mañana del viernes los dos helicópteros llegaron a
El Tesoro. Con altavoces y sirenas le pidieron a Rodríguez Gacha que se
entregara, pero no se obtuvo ninguna respuesta. No había movimiento en la casa
y lo único que se veía era un camión Chevrolet carpado, de color rojo.
En un momento se pensó que la información dada por el
lanchero era falsa. En consecuencia, uno de los helicópteros empezó a volar
hacia Tolú y el otro hacia Coveñas. Sin embargo el que iba hacia Tolú volvió a
pasar por encima de la finca y sus ocupantes se dieron cuenta de que el camión
rojo ya no estaba. Así se lo comunicó al segundo helicóptero y se inició la
búsqueda del vehículo. A menos de dos kilómetros de Tolú el camión fue
interceptado y este se desvió por la ruta que conduce a Sincelejo.
Un poco más adelante el vehículo se detuvo y de él se bajaron
Freddy Gonzalo Rodríguez y cuatro guardaespaldas, quienes abrieron fuego contra
la aeronave. Esta contestó con sus ametralladoras, dando de baja a dos de
ellos. Uno de los helicópteros descendió y dejó en tierra a varios comandos de
la fuerza élite, quienes se enfrentaron con los dos guardaespaldas
sobrevivientes y el hijo de "El Mexicano", dándoles de baja.
En el intermedio el camión continuó su huida seguido por el
otro helicóptero. Accidentalmente en esta carretera se encontraba una patrulla
de infantes de marina que estaba custodiando una de las fincas del extraditado
Eduardo Martínez Romero. Al verlos, el camión se detuvo y de él bajaron
Rodríguez Gacha y un guardaespaldas, quienes se internaron en un platanal.
Luego el helicóptero comenzó a disparar, tratando de detectar a los fugitivos.
Al cabo de un tiempo Rodríguez Gacha quien estaba armado con
un fusil R5 y cinco granadas contestó al fuego, con lo cual fue fácil ubicarlo.
El artillero del helicóptero empezó a dispararle a la mata de plátano que le
servía de parapeto a "El Mexicano".
Finalmente logró darle en un pie. El disparo lo hizo caer y
en ese momento una bala calibre 7.62 le alcanzó la cabeza, tanto que quedó
prácticamente desfigurado. Fueron necesarias las diligencias dactiloscópicas
para establecer sin duda su identidad.
El epílogo fue la muerte del último de los hombres de
Rodríguez Gacha minutos después. Era la 1:45 minutos de la tarde del viernes 15
de diciembre. La búsqueda de uno de los criminales más peligrosos de la
historia de Colombia se había terminado.
“Hoy ruego a Dios que ilumine a los gobiernos colombiano y americano
para que se den cuenta de que lo único que pedimos es que revisen el caso de mi
padre y, como se lo dije a Uribe, que no dejen a los extraditados en el olvido
y que me concedan una visa para algún día poder volver a verlo.”Reclama Mónica Ledher, hija del
reconocido capo del narco, Carlos Ledher.
Mira su pedido y reclamo a la justicia norteamericana:
Mi nombre es Mónica
Lehder. Soy hija de un narcotraficante. Suena fuerte, lo sé, pero es mi
realidad. En este mundo nací, pese a esto nunca he llevado una vida de hija de
capo. El dinero no me ha sobrado y entendí desde muy pequeña el valor del
trabajo. Tengo 27 años, de los cuales no he pasado un mes con mi padre, Carlos
Lehder Rivas, quien fue extraditado hace 23 años a Estados Unidos.
Nací en Armenia,
Quindío. Mi infancia la recuerdo como una etapa plena de mi vida. La magia de
la inocencia no permite que los problemas y los dolores se traguen la energía
de vivir. Crecí rodeada de familiares y amigos, acompañada y protegida por el
cariño. Desde muy pequeña sabía cuál era la situación de mi papá y la razón de
su ausencia. Sin embargo, no entendía la magnitud del problema y creía que todo
iba a terminar rápido, que pronto íbamos a ser una familia completa, pero
obvio, no ha sido así.
A los 9 años mi mamá y
yo nos fuimos a vivir a Estados Unidos. Queríamos estar cerca de él, creíamos
que así serían más fáciles las visitas y nuestras vidas. Lo único que queríamos
era estar juntos y luchar por su libertad. Allí lo conocí. Tenía algunas
imágenes de él en mi cabeza, todas con el fantasma de la prisión de fondo,
guardaba fotos de cuando era niña y me llevaban a visitarlo, pero como lo
extraditaron cuando tenía cuatro años, ésta fue la primera vez que nos
encontramos como dos personas conscientes de lo que vivíamos. Desde ahí mi vida
cambió para siempre. Por primera vez lo pude sentir como padre; mirar en sus
ojos, guardar su olor, sentir su sangre palpitando en un abrazo. Las visitas
eran muy estrictas, siempre con un policía al lado, pendiente de cada palabra,
de cada movimiento, y si algo extraño ocurría cancelaba el encuentro.
Ese día estuve con él
cuatro horas. Era una visita corta, porque al siguiente día era la entrevista
larga. Esa noche nos acostamos con la ilusión de un nuevo encuentro, pero nunca
llegó. Los oficiales decidieron que ya había sido suficiente. Nunca supimos el
porqué del cambio. Los americanos nunca dan explicaciones. Desde entonces,
empezamos una nueva carrera por verlo. Cuando cumplí 12 lo vi por última vez
antes de regresar a Colombia, pues eran tan difíciles los trámites de las visitas,
tan lentos y dolorosos, que decidimos volver. Nos dijeron que desde Colombia se
nos facilitaría el proceso porque, supuestamente, tendríamos visa permanente
para poder verlo cuando quisiéramos.
Cuatro años después de
haber partido, volvíamos a Armenia a seguir nuestras vidas. Había quedado un
cierto gusto a frustración, pero también un rezago de esperanza. Al regresar
empezó una nueva etapa en mi vida, nuevo colegio, nuevos amigos, nuevos
profesores. Volver con el resto de mi familia después de tantos años, regresar
a la ciudad donde nací, donde, en algún momento, fuimos felices, sin problemas
y sin discriminación, pero también quedamos con la tristeza de haber dejado a
mi padre lejos.
En ese instante empecé
a despertar, a entender la situación, a vivirla con intensidad. Ahí fui
consciente de mi historia y de lo que se venía, de que en realidad mi padre no
estaba conmigo y que lo necesitaba.
En mí, en mi historia,
mi madre ha tenido una influencia muy fuerte. Siempre ha sido amiga, compañera
y confidente. Ella ha luchado mucho para sacarme adelante y a punta de
organizar la comida para eventos y fiestas nos hemos mantenido. Gracias a ella
crecí como una persona normal, sin odios ni resentimientos con mi padre. Ella
me mostró su lado humano y me enseñó a sentirme orgullosa de mí misma. Me
enseñó, que sin importar los obstáculos, podría lograr lo que quisiera, siempre
que lo hiciera con amor y honestidad. Por ella es que he podido cargar con
esto, gracias a ella, a mi abuela y al resto de mi familia materna. Son las
bases de mi vida.
Las promesas que nos
hicieron los oficiales norteamericanos nunca fueron cumplidas. Nuestras visas
fueron canceladas. En ese momento sentí que mi mundo se derrumbaba. Año tras
año íbamos a la embajada, y año tras año nos la negaban. Yo crecía, pasaban
cumpleaños, navidades, momentos especiales como mis 15 y mi grado del colegio,
y yo seguía sin él.
Así pasaron ocho años,
hasta que en una de las tantas idas a la embajada por fin me dieron un permiso
de entrada a la prisión. Empecé a organizar el viaje, pero era complicado,
porque, a pesar del mito de las huacas de los capos, mi familia no es
adinerada, es una familia trabajadora que vive del día a día. No vivimos del
narcotráfico. La gran fortuna que algún día tuvo mi padre nunca fue parte de mi
vida. Hacer un viaje de estos, de un momento a otro, es difícil. Era un viaje
largo y costoso para un par de semanas, pero llevaba tanto esperando este
momento que no lo iba a desaprovechar. Vendí las cosas de valor que tenía, un
amigo de infancia, que sabía lo importante que era para mí verlo, me regaló los
tiquetes. Los otros gastos corrieron por parte de mis tíos.
La prisión en la que
estaba era al norte del país, al borde con Canadá. En un sitio lleno de bosques
fríos y solitarios, aislado de todo. La ciudad más cercana quedaba a ocho horas
en carro o a 14 en bus. Cerca no hay aeropuertos ni estación de tren. Fue un
viaje muy largo, la ansiedad se apoderaba de mí minuto a minuto. Finalmente,
logré llegar a Sandstone, Minnesota. Allí me recibió la familia de un compañero
de celda de mi padre. Ellos eran los encargados de llevarme a la prisión.
Después de una larga noche, en la que dormí poco, llegó la mañana de la primera
visita.
Nos acercamos a una
cabina telefónica donde uno anuncia al preso que viene a visitar; sale un
policía y te lleva a una oficina para llenar los formularios que autorizan la
entrada. Los guardias quedaron aterrados cuando supieron que yo venía desde
Colombia. No podían creer que alguien hiciera un viaje tan largo por una visita
de fin de semana. Es muy poca la gente que visita esa prisión y, por supuesto,
mucho menos la que visita a mi papá. Las únicas autorizadas para entrar somos
mi mamá, mi hermana y yo.
Entré a la sala de
visitas a esperar a que lo trajeran. Los nervios crecían y crecían. Ocho años
sin verlo. Toda una tortura. Y así fue, abrieron la puerta y ahí estaba él, con
su uniforme y esposado. Le quitaron las esposas y lo dejaron entrar a
saludarme. Recuerdo con claridad sus palabras “Pelusita…. Tú tan guapita venir
hasta acá por mí”. Me dio un beso y me abrazó. Nos miramos con cara de asombro,
como dos extraños conocidos. Tratábamos de contener las lágrimas, porque
sabíamos que no había tiempo para llorar, sino para compartir y disfrutar al
máximo.
La visita empezó a las
ocho de la mañana y terminó a las tres de la tarde, pero el tiempo pasaba muy
rápido, se hacían muy cortas las horas. Teníamos muchos años que contarnos.
Eran 20 sin él, toda mi vida, mil historias que contar.
Esa vez, que fue la
última que lo vi, pude estar con él dos fines de semana seguidos, hablamos de
muchas cosas, sobre todo del futuro y de la libertad, pensábamos que llegaría
pronto. El último fin de semana que nos vimos la euforia empezó a opacarse, la
despedida se asomaba y la nostalgia se colaba entre nosotros. Finalmente llegó
el momento del beso final, de la despedida. La incertidumbre de no vernos en
mucho tiempo nos asaltó, el miedo de no verlo más. Era la pugna entre el miedo
y la esperanza, cómo lo vería la próxima vez: en prisión o en libertad…. Por
momentos me imaginaba salir corriendo con él, pero cómo decírselo si sabía que
le iba a doler, se sentiría impotente de no poder hacerlo. Todo quedó en un
doloroso silencio y con una mirada cómplice a la distancia, pero reafirmamos el
amor de padre e hija, un amor que hoy sigue intacto.
Ya llevo siete años
sin verlo, pues la Embajada Americana dijo que había sido un error darme la
visa. Argumentó que por estar preso en Estados Unidos su familia no tenía
derecho a visa, que por él haber sido narcotraficante, yo también lo era y que
lo único que podíamos hacer era pedirles perdón a los Estados Unidos, y que
pronto así estudiarían mi caso. Me negué a hacerlo porque yo no tenía que pedir
perdón por algo que no había hecho. ¿Cómo yo, de 21 años, me iba a declarar
narcotraficante ante el mundo sin serlo? ¿Acaso los errores de los padres los
heredan los hijos?
Soy consciente de que
mi padre cometió un grave error en su vida y que está pagando caro por ello,
tan caro, que cumplió su sentencia hace tres años y todavía está preso. No dan
explicación, no dicen por qué, tampoco lo dejan ver de su familia ni de nadie
dizque porque las visitas consulares están canceladas. Está totalmente aislado
del mundo, sin explicación alguna.
Esto es un pequeño
relato de lo que hace el narcotráfico. No es como todo el mundo lo piensa:
plata fácil, fortunas inmensas, lujos, aviones, carros, islas y fiestas.
También es dolor, problemas, separaciones, soledad, lágrimas, infelicidad. Es
estar separado de lo único importante en la vida: la familia, el cariño, la
libertad. Hoy ruego a Dios que ilumine a los gobiernos colombiano y americano
para que se den cuenta de que lo único que pedimos es que revisen el caso de mi
padre y, como se lo dije a Uribe, que no dejen a los extraditados en el olvido
y que me concedan una visa para algún día poder volver a verlo.
Poco antes de su ruptura con Jung, Lehder empezó a fundar su
propio negocio. Compró una isla en las Bahamas que se llama Norman’s Cay.
Quería construir un puerto de tránsito entre Colombia y los EEUU. Lehder
expulsó casi todos los habitantes de Norman’s Cay y compró todos los sitios
públicos y finalmente toda la isla. En su puerto de tránsito instaló muchos
guardaespaldas y armamento. Norman’s Cay podía ser un puerto de tránsito para
la corrupción en el gobierno de los Bahamas. Lehder le pagó por protección y
para que se callaba.
Lehder llegó a ser un pionero en el contrabando de cocaína.
Era un buen empresario y casi sin emociones en cuanto a su trabajo. Por su
genialidad y su isla personas como Pablo Escobar podían crecer y también
volverse excesivamente rica. Norman’s Cay fue un gran éxito y el dinero entró
por lo que podía tirar el dinero por la ventana. En este momento Lehder fue la
persona más buscada por el DEA2.
En este momento Carlos Lehder Rivas, ahora también conocido
como ‘El rey del transporte de cocaína’ pude cumplir el gran sueño de su
juventud. En 1981 regresó a Armenia: muy rico y poderoso. La muestreaba de
comprar casi todo el pueblito. Al lado de su poder en el mundo de las drogas,
su otro deseo era una carrera política. Eso empezó en 1983 con la fundación del
‘Movimiento Latino Nacional’. Uno de sus puntos más importantes fue que el
gobierno de Colombia no firmara una trata con los EEUU para enjuiciar los
narcotráficantes en los EEUU. Pero el ministro del departamento de juicio, Lara
Bonilla, era un partidario de una trata como el mencionado.
Después Lara Bonilla fue asesinado en 1983, probablemente
instruido por el cartel de Medellín, empezó la derrota de Carlos Lehder. Huyó a
la selva de Colombia con el M19, un grupo de guerrilla. Juntos con sus
compañeros del cartel, Lehder estuvo escondido en varios sitios alrededor de
Medellín y en la selva de Colombia. Sin embargo, después tres años Lehder fue
descubierto por el DEA cerca de Rionegro, un pueblito 50 kilómetros de
Medellín. Porque el presidente de Colombia Betancour firmó una trata en
relación con Lehder, Colombia pudo entregar Lehder a los EEUU. El 20 de julio
de 1988 Lehder fue condenado a 135 años sin libertad condicional. En 1992
Lehder testimonió contra Manuel Noriega, un líder de Sandinistas en Nicaragua.
Su encarcelamiento fue reducido hasta 55 años.
Donde Lehder reside hoy en día es un secreto del gobierno
nacional de los EEUU. En suma, Lehder ha
sido una gran figura en la historia del cartel de Medellín. Por el encuentro histórico
entre Jung y Lehder en el cárcel en Danburry se formó una idea maravillosa. El
pionero Carlos Lehder ha tenido un gran impacto en la cultura y la historia de
Colombia. Lehder era un hombre genial. Por su manera de trabajar y su instinto
comercial fue posible que Carlos Lehder Rivas fundara un gran imperio.
Desde las guerras por opio entre Inglaterra y China al
principio del siglo XX los EEUU tomaron medidas. Por ejemplo el montón de leyes
que prohibieron el contrabando, el negocio y el uso de las drogas en América. En
los años setenta y al principio de los años ochenta toda la atención se dirigía
a Colombia, principalmente al cártel de Medellín.
El cártel era dirigido por algunas personas y entre ellos
Pablo Escobar, un fenómeno en todo el mundo. El fundador más importante del
cartel era Carlos Lehder Rivas. Carlos Lehder nació 7 de septiembre de 1949 en
Armernia, Colombia. Armenia era un pueblito en una zona donde halló muchas
plantaciones de café.
Su padre era alemán y su madre colombiana. Carlos vivía en
Armenia con su madre después del divorcio de sus padres en la edad de cuatro
años. El pequeño Carlos tenía un gran
sueño: regresar a Armenia muy rico y poderoso. Su sueño se puede nombrar el
‘American Dream’. Sus héroes eran Ché Guevara, John Lennon y Adolf Hitler.
Lehder se mudó con su madre a los EEUU cuando tenía 15 años.
En este país Carlos encontró el mundo criminal, especialmente el mundo criminal
de las drogas. Fue detenido por primera vez en 1972 en Mineloa, Nueva York. Fue
detenido por la posesión de marihuana. La policía le trasladó al centro
penitenciario en Danburry, Conneticut.
Estaba en la cárcel con un chaval que llevaba el nombre
George Jung. Los dos inventaron un plan maravilloso. Jung tenía mucha
experiencia con el contrabando de drogas por avion y tenía muchos contactos en
los EEUU respecto a las drogas. Lehder también tenía contactos, pero estos se
hallaban en Colombia con proveedores de cocaína. El último gol de los dos era
una red de cocaína entre Colombia y los EEUU y un contrabando por aviones. Después del tiempo en la cárcel los dos
construyeron un pequeño capital a través de las “mulas”. El sueldo aumentó y
los dos vivían lujosos en los EEUU.
En 1977 Jung y Lehder se encontraron con Barry Kane, un
piloto con su propio avión. Desde este momento Lehder y Jung fueron
responsables por 85% de la importación de cocaína. Pero, porque George Jung
empezó a usar la cocaína para su propia consumición, se volvió muy suspicaz y
angustiado. La colaboración de Jung y Lehder acabó. Esta ruptura significó el
comienzo de los días grandes de Carlos Lehder.
Ella fue la patrona del patrón. Una mujer temida que rompió con
las reglas antes que nadie, antes que los carteles y además fue la mentora del
capo más grande del narco.
En este documental te revelamos detalles de su vida. Es un
documental de “Aquí y ahora” dividido en cuatro partes.
Ella fue la patrona del patrón. Una mujer temida que rompió con
las reglas antes que nadie, antes que los carteles y además fue la mentora del
capo más grande del narco.
En este documental te revelamos detalles de su vida. Es un
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Ella fue la patrona del patrón. Una mujer temida que rompió con
las reglas antes que nadie, antes que los carteles y además fue la mentora del
capo más grande del narco.
En este documental te revelamos detalles de su vida. Es un
documental de “Aquí y ahora” dividido en cuatro partes.
Ella fue la patrona del patrón. Una mujer temida que rompió con
las reglas antes que nadie, antes que los carteles y además fue la mentora del
capo más grande del narco.
En este documental te revelamos detalles de su vida. Es un
documental de “Aquí y ahora” dividido en cuatro partes.
Sin duda, Pablo Escobar fue un hombre poderoso e influyente
y es considerado uno de los narcos más adinerado de la historia.
Sus acciones se dividen entre buenas y malas. Aquellas que
hicieron daño a la sociedad, que terminaron con la vida de personas y aquellas
que ayudaron a las clases sociales más bajas.
"El uso de coches bomba en ataques terroristas también tuvo su
epicentro en Nápoles. Ocurrió cuando mi padre acudió a los servicios de Chucho,
un experto en explosivos que se especializó en Cali con un integrante de un
grupo terrorista español, al que Gilberto Rodríguez Orejuela conoció cuando
estuvo detenido en Madrid.” Cuenta Juan Pablo Escobar, hijo del capo.
“En realidad, nunca
entendimos por qué razón el capo del cártel de Cali trajo al español si en
aquella época los Rodríguez y mi padre eran amigos y no tenían rivalidades; el
mercado de la cocaína en Estados Unidos era enorme y cada uno tenía una zona
propia para traficar".
“Chucho había aprendido diversas técnicas para detonar vehículos
cargados con dinamita y cómo dirigir la onda explosiva hacia un lugar
determinado. Al principio, según comentaron los muchachos, fueron tantas las
veces que la pista de aterrizaje de Nápoles fue usada para los ensayos -con
coches robados, claro- que debieron hacerse con mucho cuidado por el riesgo de
las detonaciones".
El texto de Juan Pablo Escobar no entra en detalles sobre la
identidad del hombre pero las informaciones disponibles indican que era
Miguelito.
Ése era el apodo con el que los hombres del capo colombiano
se referían al etarra que viajó en 1986 desde España para asesorarlos en la
explosión de coches bomba activados a control remoto.
John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, jefe de
sicarios del cartel de Medellín, reconoció que ese no era el nombre real del
español, al que describió como "un hombre bien presentado, no usaba
desodorante, – por lo cual llamaba la atención – blanco, de 1,72 de estatura,
42 años, gordito, inteligente, muy bien hablado, jovial".
Con la técnica aprendida de Miguelito, Escobar sembró el
terror en las principales ciudades
colombianas a finales de los años 80 y
principios de los 90. Con un vehículo cargado con 1.000 kilos de dinamita
amoniacal ocasionó la muerte de 63 personas en el edificio del Departamento
Administrativo de Seguridad, el antiguo servicio de inteligencia estatal
colombiano, el 6 de diciembre de 1989.
Dos meses antes, el 2 de septiembre, sus hombres destruyeron
la sede del diario de circulación nacional El Espectador.
La travesía de Miguelito en Colombia no terminaría bien: fue
descuartizado por el personal de Escobar al descubrirse que también estaba
instruyendo en técnicas de terrorismo a miembros pertenecientes al cártel de
Cali, según relata Popeye.
El patrón, fue un narcotraficante colombiano, fundador y
líder del Cartel de Medellín, con el que llegó a ser el hombre más poderoso de
la mafia colombiana y uno de los personajes más ricos de su época. Las
autoridades lo vinculan al asesinato de más de 10.000 personas.
La muerte de Escobar generó distintas reacciones: su familia
y sus protegidos lloraron su muerte, y a su entierro asistieron miles de
personas, en su mayoría de los barrios pobres de Medellín. Pero la prensa y el
gobierno lo consideraron un triunfo en la lucha contra las drogas.
Entre los mitos sobre su muerte figura uno que dice que no
murió, que contrató a un doble y que está escondido disfrutando de su dinero.
Sus fotos se venden al lado de las del Che Guevara. Incluso
en algunos sitios todavía es venerado como un santo y en su tumba se depositan
ofrendas.
El Mexicano, fue un narcotraficante colombiano perteneciente
al Cartel de Medellín, el más poderoso y temido de la historia junto a Pablo
Escobar.
Se ha conocido, años después de su muerte, que su
trascendencia no se había limitado a esferas del tráfico ilegal de
estupefacientes, sino también se sintió dentro del ámbito comercial, político,
social y de orden público.
Rodríguez Gacha era conocido con el alias de "El
Mexicano" por su fascinación por la nación mexicana y su cultura.
William Rodríguez Abadía es el hijo de Miguel Rodríguez
Orejuela y sobrino de Gilberto Rodríguez Orejuela, quienes fueron los
fundadores del Cartel de Cali en los años 1970 y llegaron a controlar el 80% de
la droga que llegaba los Estados Unidos, desde Colombia.
En esta entrevista no solo cuenta cómo fue su vida, como
cambio de rumbo, sino también revela porque se enemistaron los hermanos
Orejuelas y el gran capo Escobar.
Los capos del narcotráfico se los llevaron a la fuerza para
premiarlos y pedirles que apoyaran la candidatura de Samper. Así cuenta
Mauricio Silva en su libro “5-0”.
A todos los miembros de la Tricolor les hicieron saber que,
esa noche, estaban “invitados a comer a un sitio muy especial”.
Los citaron a las 7:00 PM, en el lobby de la Torre de Cali
y, cuando se reunieron en el punto acordado, supuestos funcionarios de la
Federación los hicieron bajar a los sótanos del hotel para abordar un
transporte que no era el oficial de la Selección. En realidad, todo el
desplazamiento subterráneo estaba montado para despistar a la policía que
velaba por la seguridad de la Selección.
Abajo, en los parqueaderos, se encontraban varias camionetas
y varias motos con personal de seguridad no identificado. Los jugadores se
acomodaron en diferentes vehículos y sin más les pidieron que se pusieran unas capuchas que estaban en
cada puesto. Así, cegados, salieron hacia el sur de Cali: “y a toda velocidad”, tal
cual recuerda uno de los volantes del equipo.
Entonces llegaron a una lujosa casa en el barrio Ciudad
Jardín donde, una vez adentro, les destaparon las cabezas y los invitaron a
bajar.
Los personajes que los recibieron fueron Miguel y Gilberto
Rodríguez Orejuela, José “Chepe” Santa Cruz y Helmer “Pacho” Herrera, capos del
Cartel de Cali. “También estaban las porristas del club América”, revela uno de
los artilleros de la Selección.
“Según dijeron los jugadores de ‘La mechita’, esa era la casa de Juan
José Bellini, quien era entonces el presidente de la Federación Colombiana de
Fútbol”, narra una de las estrellas de la generación dorada.
“Para ningún periodista de la época era un secreto que el Cartel de
Cali pagaba los premios de la Selección y que el presidente Bellini tenía nexos
con ellos –explica el entonces
subeditor de deportes de El Tiempo, Víctor Rosas–. De hecho, el directivo pagó cárcel por enriquecimiento ilícito a raíz
de esa relación”.
Bellini, “a quien sabíamos que los Rodríguez le
decían Bom-bom-bum” –según recuerda Germán Blanco, ex editor de
deportes de El Tiempo–, ofició esa noche como anfitrión y puente entre jugadores
y los cabecillas de la famosa organización criminal del Valle del Cauca.
En un momento dado, mientras servían langosta, Miguel
Rodríguez, alias “El señor”, anunció, a viva voz, un jugoso premio para cada
jugador si lograban llegar a los octavos de final en USA 94; otro aún más
beneficioso si alcanzaban los cuartos de final; y una importante suma si
conseguían llegar a las semifinales. “Nadie se alcanza a imaginar el billete que
nos prometieron en caso de coronar la final. Esa cifra era absurda, pero muy,
muy, muy absurda”, relata uno de los históricos de aquella Selección.
Luego, Gilberto Rodríguez, “El Ajedrecista”, le dio dinero
en efectivo a un grupo de jugadores (de 5.000 a 25.000 dólares) y a muchos de
ellos, uno por uno, mientras les entregaba un sobre, les recordó que era muy
importante que apoyaran la candidatura de Ernesto Samper a la Presidencia.
“‘El mandato del presidente Samper nos va a quedar muy bien. Hablen en
las entrevistas de él, que esa publicidad nos va a ayudar mucho’, nos dijo. Y hubo
jugadores que hicieron declaraciones en ese sentido”, recordó uno de
los defensas del conjunto nacional.
(Gilberto y Miguel Orejuela)
Los héroes del 5-0 estuvieron por poco más de una hora y
media con los mafiosos y, al salir, les volvieron a insistir:
“Nos dijeron que Samper iba a cambiar el país y que colaboráramos. Que
hiciéramos el número ‘uno’ que ese era número del tarjetón de Samper y que todo
eso se podía revolver con el ‘uno’ de Bavaria”, revive otro integrante
de aquella Selección.
A eso de las 10:30 de la noche, ya todos estaban de vuelta
en el hotel en Cali. Al otro día, jugaron contra Palmeiras en el Hernán Ramírez
Villegas. A ese partido asistió Ernesto Samper Pizano y, en los camerinos,
saludó a los muchachos.
Luego, en el hotel Meliá, hubo una fiesta. “Esa
noche fue grande. Faltó que llevaran a la señorita Colombia a las
habitaciones”, revela Luis Carlos Perea.
Dos días después, la Selección Colombia viajó al Mundial de
Estados Unidos.
La suerte estaba echada y los narcos habían hablado.